lunes, octubre 04, 2010

Stuart Little: la apología de la familia feliz gringa


Desde chicos (en muchos casos críados con un plátano frente al televisor), hemos visto un desfile de películas, series, dibujos animados y otros programas que nos han mostrado cosas y situaciones que, dada nuestra impregnación occidental, siempre nos resultaron familiares. Pero por sobre todo, y casi siempre con un epílogo de "moral", hemos visto una en particular: las familias. Sí, familias de todos los colores y sabores: desde la familia Patrich, pasando por la Tribu Brady, Un Hogar casi Perfecto, hasta, desde luego, los populares Simpsons y Malcolm.

Sin embargo, la postmodernidad no podía abstenerse de elaborar "su propuesta" familiar, y basados en un popular cuento norteamericano de E.B. White (léase también La supremacía del Uruguay), lanzar la película de Stuart Little.

Sí. Este ratoncito tan simpático para unos y tan abominable para otros (especialmente para quienes sentimos abversión por los roedores y adoramos a los gatos), es otro personaje de la ya larga lista de ratones del espectáculo: Jerry, Fievel, Speedy González, Daly... en donde hay algo en común: el gato es el villano, el roedor el héroe y el dueño del gato carece de rostro.

A riesgo de parecer un odioso intelectual comelibros y escritor de ensayos sociológicos de por qué encontrar la quinta pata al gato desde el posthiperestructarilismo crítico, el significado de los personajes y su relación con su familia es, en efecto, un cierto reflejo de las relaciones sociales. Muchos nos preguntaremos, ¿por qué abordar el tema de la adopción infantil, desde un ratón? Varios antiimperialistas coincidarán en que el Stuart little (como Speedy Gonzáles) representan al diferente, al desposeído, en general proveniente de Latinoamérica o algún otro lugar del hemisferio Sur.

Con una dosis de neoconservadurismo (la familia nuclear norteamericana, de raza blanca, de origen inglés "Little", de clase media acomodada -elegante casa- de tradiciones lightstyle), Stuart Little me recuerda que, además de enamorarme de una paloma que no vuela por sí misma, sino que conduce un aeroplano, "tengo que expulgar al gato".

1 comentario:

Anónimo dijo...

jajajajjajaja