viernes, mayo 25, 2012

A propósito de la Batalla de Pichincha


Por Carlos Lasso Cueva

Hay muchas distorsiones sobre la Batalla del Pichincha. Últimamente ha habido gente que se ha dedicado sobre todo en las radios a decir sandeces. Algún despistado declaró que “siquiera el 40% de los que combatieron en Pichincha eran de Guayaquil”. Y en algunas radios, no han faltado ignorantes que, sin basarse en ningún historiador reconocido ni en ninguna fuente, proclaman que esa batalla fue un “triunfo de los guayaquileños logrado por los guayaquileños”. En un libro heréjico publicado por el Municipio de Guayaquil se proclamó que los mandamases de Guayaquil habían financiado hasta la independencia del Perú y de América. Son delirios de gente de extrema derecha, que quiere hacer quedar bien a la oligarquía guayaquileña, inventándole glorias que no tiene. De lo único que si puede jactarse la burguesía comercial Guayaquileña es de haber masacrado al pueblo guayaquileño dos veces: el 15 de Noviembre de 1922 y el 2 y 3 de Junio de 1959.
Vamos a analizar, apoyándonos en historiadores guayaquileños reconocidos como Camilo Destruge, Julio Estrada y Pérez Pimentel, como fue el proceso de esta batalla. Empecemos puntualizando que, en ella, según publicó el diario EL UNIVERSO en su revista dominical del 24 de Mayo del 2009, estuvieron presentes catorce guayaquileños a los que menciona dentro del artículo titulado: UN TRASCENDENTAL APORTE: LOS GUAYAQUILEÑOS EN LA BATALLA DEL PICHINCHA”. Ellos fueron Guillermo Bodero, Antonio Elizalde, coroneles Baltasar García y de la Rocha, Carlos Acevedo y Francisco de Paula Lavayen y Muguerza. Los subtenientes José López, Manuel Salcedo, mariano Soto y Antonio Solazar. Los capitanes Diego Manrique y Fulgencio Rocha, Agustín Lavayen, Manuel de Lara y Ponce de León y Manuel Avilés Pacheco. Catorce personajes de primera categoría a los que les debemos rendir tributo. Tal vez al que hizo esa lista se le olvidaron un par de nombres..
Cuando llegó Sucre a Guayaquil, con 700 soldados, dice Luis Andrade Reimbers (en su ensayo lo que Sucre hizo por Ecuador), que la oligarquía guayaquileña le negó su apoyo. Antes respaldó a los españoles que masacraron a los próceres el 2 de Agosto. Luego patrocinó a Juan José Flores en la matanza que hizo de casi mil liberales ecuatorianos nacionalistas en la batalla de Miñarica. Dicen que este se hizo malo recién en 1843...
En su libro "EL 9 DE OCTUBRE Y LA CAMPAÑA LIBERTADORA”, EL ILUSTRE HISTORIADOR GUAYAQUILEÑO Camilo Destruge, tan minucioso, no menciona ningún aporte guayaquileño pero sí aclara que se hizo una pequeña colecta en Manabí donde se recaudaron poco más de 10.000 pesos y donde un cura donó un burrito, y que Loja donó más de 200.000 pesos.
Tampoco Julio Estrada Ycaza pudo hablar de ningún apoyo del patriciado de Guayaquil para esta causa. Lo que si cuenta, en cambio, Pérez Pimentel, es que se extorsionó a los comerciantes españoles y a estos se les obligó a entregar aportes económicos. No hay dato alguno referido a alguna contribución de los oligarcas de Guayaquil. Ni Destruge, ni Estrada, ni Pérez Pimentel dicen nada sobre esto. Si existiera una prueba de ello, lo seguro es que tal documento sería publicitado a los cuatro vientos. Pero no hay ni hubo nada. La burguesía comercial guayaquileña era más bien pro monárquica y jugó un oscuro papel en el proceso de la independencia. No olvidemos lo que dicen Destruge y Pérez Pimentel que hacia 1815, esto es, un lustro y más después del 10 de Agosto y de la masacre del 2 de Agosto, y luego de la independencia de Venezuela, el famoso prócer guayaquileño José de Villamil (que hasta tiene una estatua) traficaba con armas que en su goleta “Alcance” traía desde Nueva Orleans para vendérselas a los españoles. Vean esa maravilla de patriota. Por lo demás, Pérez Pimentel dice en su ECUADOR PROFUNDO ( Tomo l.pag. 380): “Y así, apaciblemente, llegó el 9 de Octubre, que a muchos tomó por sorpresa, y entre ellos a Olmedo”, monárquico en 1809.
Sucre, antes de ir al Pichincha, retrocedió hasta Máchala, Pasaje, y llegó a Loja. Con gente de todo el litoral (antes hasta a la gente de Esmeraldas, El Oro, Manabí y Los Ríos se les decía “guayaquileños) formó el batallón VAGUACHI. En Loja esperó la llegada de los
batallones del sur, con soldados de todos los confines de Sudamérica. Paraguayos, chilenos, argentinos, peruanos, incluso uruguayos. Yendo hacia el Norte, Sucre fortaleció sus tropas con voluntarios guarandeños, cuencanos, lojanos y de otros sitios del país.
Francisco Huerta Rendón, historiador guayaquileño, cuenta que el 9 de Febrero, en Saraguro, el general Santa Cruz unía al ejército de Sucre la división que enviaba San Martín, con 1200 hombres: el batallón TRUJILLO”. Estaba el batallón comandado por el general Córdova, el batallón ALBION, conformado por ingleses que, que por llegar atrasados, salvaron la batalla.. Además se integró el batallón colombiano ALTO MAGDALENA. Estaba el cuerpo del coronel Herrón, con sus Dragones colombianos, y el batallón PAYA que fue uno de los primeras en entrar en combate. En un momento difícil cargaron a bayoneta. Mires comandó la división colombiana con el grueso de la infantería. En total Sucre llegó al Pichincha con 2971 hombres según Salvador Lara, a quien seguimos. (Breve Historia del Ecuador). En este último cuerpo estaba el famoso y genial coronel Cestari, al mando de 120 hombres. Las monjas del Carmen Alto, entre las que estaban las hermanas del coronel Aguirre Mendoza, le enviaron notas a Sucre con datos de inteligencia. Eran hermanas también del Dr. Francisco Aguirre Mendoza, que después fue Vicepresidente.
Estos son los batallones que combatieron en Pichincha’:’
LA DIVISIÓN “SANTA CRUZ”, DEL SUR, CON 1ZOO HOMBRES
EL BATALLÓN PERUANO “PIURA” AL MANDO DEL ARGENTINO VILLA
EL BATALLÓN PERUANO “TRUIILLO” AL MANDO DE SANTA CRUZ, SUREÑO
EL BATALLÓN INGLÉS “ALBIÓN”.
EL CUERPO COLOMBIANO “PAVA”.
EL BATALLÓN MAGDALENA, DE COLOMBIA, AL MANDO DEL GENERAL CORDOVA
LAS TROPAS QUE VINIERON DE COLOMBIA CON SUCRE: FUERON 700 SOLDADOS.
Y EL “VAGUACHI”—A ESTE SE LE INTEGRARON SOLDADOS VOLUNTARIOS DE VARIAS PARTES DEL ECUADOR, EN EL VIAJE HACIA EL NORTE: LOJANOS, RIOBAMBEÑOS, AMBATEÑOS...—COMANDADO POR EL CORONEL MORALES.
AGREGÚESE A ESTA CANTIDAD LOS 14 GUAYAQUILEÑOS CITADOS EN LA LISTA DE “EL UNIVERSO”.
El entonces coronel Vicente Aguirre Mendoza (que fue quien luego representó, mediante poder, a Sucre en el matrimonio con la marquesa de Solanda, y que más tarde fue suegro de la famosa Virginia Klinger) le salió al encuentro, ya bien al Norte, con provisiones y caballerías de repuesto (Salvador Lara), junto con un grupo de voluntarios. Y le entregó a Sucre un grupo de indios, dirigidos por Lucas Tipán (cuyo padre era un cacique monárquico), quienes se encargaron de guiar a Sucre trepando los páramos andinos. Rosa Montúfar Larrea, esposa de Aguirre (hija de Juan Pío Montúfar), previamente organizó en Quito la fuga del general Mires, que estaba preso por los realistas en Quito, sobornando a los centinelas. Tal cosa fue útil, pues Mires era un maestro de estrategia que trajo valiosa información de inteligencia, y aportó luego en la batalla comandando toda la división de infantería colombiana,
Cuando comenzó la batalla a la vanguardia estaba Córdova con sus tropas del Magdalena. El Albión venía detrás, con el parque. A las nueve y media de la mañana del 24 de Mayo se inició el combate. Resta decir que buena parte del ejército de Aymerich estaba compuesto por indios, reclutados a la fuerza. En general los indios vieron esta guerra entre españoles y terratenientes como “una pelea entre blancos”. Su suerte no iba a cambiar, cualquiera que fuese el vencedor. V así fue. Con Flores se consolidó el latifundismo. Olmedo, su compadre, fue el vicepresidente.
El batallón español ARAGÓN logró dar un rodeo y se ubicó a la espalda de las tropas de Sucre. Entonces llegó el ALBION, con las municiones. “Se lanzan como un alud sobre el Aragón, lo desbandan, lo liquidan, lo derrotan”. A las 12 del día Aymerich ordena la retirada. Córdova los persigue y baja tras ellos hasta El Tejar, sin entrar en la ciudad.
Sucre, en su informe, contabilizó “400 muertos enemigos y 200 nuestros. 190 heridos de los españoles y 140 nuestros”. En total 600 muertos. Esa fue una batalla continental que abrió una etapa nueva en la lucha por la independencia. La Real Audiencia de Quito se había liberado de la coyunda española para siempre. Entonces flamearon banderas de todas partes del continente. Cada batallón tenía la suya. Hubo soldados de Bolívar y de San Martín. Esta el la verdadera historia de esa memorable batalla, tan desfigurada por regionalistas ignorantes de Guayaquil que repiten que “en Pichincha flameó la bandera de Guayaquil porque fuimos a independizarles”. “Esa fue la ÚNICA bandera que flameó en Pichincha”. Ignorantes, histéricos, lo que quieren es echar loas a la burguesía comercial guayaquileña de esa época, que era decididamente monárquica. En Pichincha flameó la bandera tricolor que Miranda trajo de Rusia, evocando sus amores con Catalina “La Grande”, que lo protegió con un salvoconducto especial en sus andanzas quijotescas por Europa. La bandera azul y blanco era la que Miranda traía desde Argentina, pasando por el Perú, al que se sentía tan vinculada la aristocracia de Guayaquil, según dice varias veces el maestro guayaquileño Leopoldo Benites Vinueza en su memorable libro “Ecuador: Drama y Paradoja”.
AI día siguiente, luego de la capitulación de Aymerich, Sucre entró victorioso en Quito, que fue calificada por Carlos Julio Arosemena Monroy como la “ tradicional ciudad del acendrado y puro linaje histórico” en la V Convención Nacional del Partido Nacionalista Revolucionario, celebrada en Quito el 17 de Mayo de 1980.
Con motivo de la independencia de Guayaquil, que fue conseguida, sin batalla alguna, por soldados extranjeros disidentes del ejército español (incluso Oswaldo Hurtado lo dice en EL PODER POLITICO EN ECUADOR: “El 9 de Octubre es obra de soldados del ejército español que abrazan la causa de la independencia”. A ellos y a Febres Cordero se los quiere convertir ahora en “segundones” de Olmedo y compañía) se organizó LA DIVISIÓN PROTECTORA DE QUITO, que tuvo efímera existencia, pues fue despedazada en la primera batalla de “Huachi”, liderada por Febres Cordero, el 22 de Noviembre de 1820. Reagrupar y reorganizar a los sobrevivientes y a nuevos reclutas fue tarea de Sucre. En la segunda batalla de “Huachi” nuevamente los españoles arrasaron y hubo en el bando local 800 muertos. Fue una feroz batalla que causó más bajas que la del Pichincha. El segundo “Huachi” fue un colapso, un desbarajuste, y ahí falleció un guayaquileño realmente ilustre, del que no se habla mucho, pero que supera en mérito a todos sus paisanos de esa época: JOSÉ DE ANTEPARA. El había sido, en Londres, secretario de Miranda, el precursor.
Como consecuencia del grito del 10 de Agosto, Quito había sido convertida por el ejército español en un fortín realista. La represión que hubo en 1810 produjo tres cientos muertos y se perdió una generación de dirigentes y líderes. Además, Quito y la sierra norte tenían una tradición de lucha que arranca desde la “revolución de las alcabalas” (contra un impuesto que en Guayaquil fue aceptado sumisamente según destaca Carlos Landázuri Camocho en su ensayo “La Revolución de las Alcabalas” en el tomo 4 de la Historia del Ecuador de Salvat) de 1592. Esto hacía que los estrategas realista! tomaran toda clase de medidas para prevenir cualquier nuevo levantamiento.
En la tradición de lucha de Quito está además “El motín de los estancos”, de 1765, junto a una serie de levantamientos indígenas que comenzaron con el de 1578, cuando destruyeron Avila y Archidona: el de 1599 en que quemaron Logroño y Sevilla de oro; luego, en 1770, ocurrió la sublevación de los indios de Patate. El levantamiento de Otavalo, Caranqui, San Pablo, Atuntaqui y Cotacacho en 1777, el de los indios de Guano en 1778 y el de Guamote en 1779, el tumulto en San Miguel de Molleambato en 1766, el alzamiento de los indios “conciertos” en el obraje de San Ildefonso, en Pelileo y Patate, en 1768, la sublevación indígena de Latacunga en 1771, la sublevación en Ambato en 1780, la rebelión contra los diezmos en Columbe y Guamote en 1803, como enumera, en ese mismo tomo de Salvat, Segundo Moreno Vánez en su ensayo “Rebeliones, asonadas y Levantamientos indígenas”. La sierra había estado combatiendo permanentemente la prepotencia española y terrateniente. Había una tradición libertaria. Eran reductos que preocupaban profundamente a los estrategas monárquicos. De ahí que la presencia de fuertes destacamentos había sido vista por ellos como una necesidad básica.
Estos destacamentos españoles eran una amenaza para la causa del 9 de Octubre. Si no se eliminaban estos bastiones realistas, la causa estaba perdida. Tranquilamente podría producirse en Guayaquil otro 2 de Agosto sangriento como el de Quito. Y los estrategas independentistas —disidentes del ejército español, con Febres Cordero a la cabeza —al que las autoridades civiles del patriciado de Guayaquil encarcelaron luego del primer Huachi— no podían correr ese riesgo. Era un asunto de sobrevivencia, para la independencia de Guayaquil, eliminar ese peligro que constituía ese bastión españolista acantonado en Quito. Cuando llegó Sucre, avalizó totalmente este punto de vista. V empezaron los preparativos para continuar la lucha que culminó el 24 de Mayo. Es decir, no fue que los oligarcas guayaquileños se “pusieron patriotas y generosos” y quisieron por amor liberar a Quito...ya antes, cuando lo del 10 de Agosto, ellos proclamaron su fidelidad al rey por lo que Fernando VII, luego de que abolió las Cortes y proclamó la monarquía absoluta, les recompensó por su lealtad con mercedes arancelarias, según cuenta el muy respetable historiador guayaquileño Julio Estrada Ycaza. Ellos no tuvieron nada que ver con esta decisión estratégica de carácter militar. En su “Ecuador Profundo” (tomo uno: pag 480) Pérez Pimentel dice que cuando, luego del 9 de Octubre, se conformó el nuevo cabildo guayaquileño, “todas las autoridades eran realistas”.

1 comentario:

paola dijo...

no tenía pensado viajar a Guayaquil pero por trabajo me mandaron, así que voy a aprovechar para comprar el libro.. me resulta interesante la historia