En Ecuador se dice mucho que Manabí es un país dentro de otro y que es muy costumbre local el enamorarse e incluso aparearse con animales, creencia que al parecer existe en alguna zona rural de cualquier país de América Latina o incluso del mundo. Esta parece ser la primera idea que salta a la vista en esta novela, La mula ciega, publicada originalmente en 1970 por Oswaldo Castro, manabita que ejerció como funcionario diplomático y cuya actividad literaria es bastante desconocida en nuestro país.
Con elementos que nos recuerdan la descripción del paisaje natural de nuestro realismo social de los años 30 y 40 y alguna evocación del realismo mágico macondiano de los 60, la novela ofrece un panorama muy interesante del mundo rural y sus habitantes, donde se intenta describir a cada uno de ellos y al rol que ejercen en la comunidad, al puro estilo de El Éxodo de Yangana de Ángel F. Rojas o Cien Años de Soledad de Gabriel García Márquez. La historia sin embargo de a poco va centrándose en sus dos protagonistas, Arturo y Panchita, adolescentes que nos recuerdan de lejos a los universales Romeo y Julieta, en una historia de amor que parece perderse entre Verona y Chone, entre el Renacimiento europeo y el litoral sudamericano.
Un buen intento muy acorde a la etapa posterior del boom latinoamericano al que quizás solo le faltó un desarrollo un poco mayor de ciertos personajes como Manuel María, el padre de Arturo, o el cura párroco del pueblo, al que se le dedica incluso un capítulo entero lleno de reminiscencias o la misma mula ciega, que en algún momento se convierte en un símbolo de la colectividad. De todas maneras es un libro que llega a ser ameno, con mucho ambiente que a veces se lleva el protagonismo por encima de cualquier historia individual, que nos describe un retrato muy poético de ese país de nuestro interior que algún día fue y quizás ya no lo sea más.
La mula ciega
Oswaldo Castro
1970 (primera edición)
8/10
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