El 27 de febrero es una fecha que para los ecuatorianos, y sobre todo para los estudiantes de séptimo de básica y tercero de bachillerato, constituye un momento especial en sus vidas, ya que ese día se efectúa "el Juramento a la Bandera", en un acto cívico en donde el glamour popular se hace notar en los cabellos engominados de los y las wambras, en los guantes blancos y pulcros, en los zapatos lustrados (con saliva si es necesario) que parecen espejos, y en los padres de familia que orgullosos del compromiso cívico de sus hijos acuden al evento, y de paso aprovechan para averiguar como andan en notas los "boniticos".
La previa del programa, que constituye también el show donde los protagonistas, por primera vez, no son los jugadores del equipo de fútbol del curso ni las estrellitas de navidad, sino los chicos menos populares, los norios, nerds, afanosos, matones, quienes se disputan desde el último escolta de la bandera del centro escolar, hasta el puesto más apetecido por la incipiente camarilla intelectual: el abanderado.
Las anécdotas de este día, que casi siempre coincide con un sol canicular del carajo que derritiría hasta a un long play de Juan Gabriel, van desde los típicos desmayos, hasta el típico mote con hornado y cola que venden junto a la puerta de la escuela o el colegio, en donde los chicos disfrutaron durante las últimas semanas de los repasos para el Juramento a la Bandera al son de: "quier, dos, tres, cuatro" y de canciones como: "Por dios juro sagrada bandera" y "Patria, tierra sagrada" (de las que se rumora que ocultaban mensajes subliminales que decían "mata un peruano"), mientras se salvaban de la clase de Física, de la puteada de Geometría, de la desesperante Álgebra, pero sobre todo, de la cansona clase de Cívica que algún profesor un poco atrasado aprendió del "Manual sobre las formas en que murió Abdón Calderón", en donde se insiste que los chicos defiendan a un país que no entienden, a un estado del que en el fondo no se sienten parte, y a una república que en muchas ocasiones solo la encuentran como referencia para pagar impuestos en el futuro.
La previa del programa, que constituye también el show donde los protagonistas, por primera vez, no son los jugadores del equipo de fútbol del curso ni las estrellitas de navidad, sino los chicos menos populares, los norios, nerds, afanosos, matones, quienes se disputan desde el último escolta de la bandera del centro escolar, hasta el puesto más apetecido por la incipiente camarilla intelectual: el abanderado.
Las anécdotas de este día, que casi siempre coincide con un sol canicular del carajo que derritiría hasta a un long play de Juan Gabriel, van desde los típicos desmayos, hasta el típico mote con hornado y cola que venden junto a la puerta de la escuela o el colegio, en donde los chicos disfrutaron durante las últimas semanas de los repasos para el Juramento a la Bandera al son de: "quier, dos, tres, cuatro" y de canciones como: "Por dios juro sagrada bandera" y "Patria, tierra sagrada" (de las que se rumora que ocultaban mensajes subliminales que decían "mata un peruano"), mientras se salvaban de la clase de Física, de la puteada de Geometría, de la desesperante Álgebra, pero sobre todo, de la cansona clase de Cívica que algún profesor un poco atrasado aprendió del "Manual sobre las formas en que murió Abdón Calderón", en donde se insiste que los chicos defiendan a un país que no entienden, a un estado del que en el fondo no se sienten parte, y a una república que en muchas ocasiones solo la encuentran como referencia para pagar impuestos en el futuro.
2 comentarios:
Me da asco el estado y la educación pública. Gran artículo.
Totalmente innecesario ese acto "educativo", nomás para joderles a los wambras con los repasos y evidenciar la formalidad y lo marcial. Saludos.
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