viernes, septiembre 21, 2018

El desempleo profesional en Ecuador


Hace varios años, una amiga y colega comunicadora social que trabajaba como profesora temporal en un colegio me había invitado a dar una charla motivacional a sus alumnos. Otra amiga, que había nacido acá pero crecido en España, a donde la llevaron sus padres en 2000, y quien me había acompañado al evento, me dijo que "consideraba irresponsable decir a los chicos que estudien la carrera de sus sueños... que quizás eso resultaba en España, pero muy difícilmente acá". Le increpé diciendo que los jóvenes tenían derecho a tener un sueño y equivocarse incluso. "¿pero quién pagará por nuestros errores al final?" concluyó. La semana pasada en cambio, mientras escuchaba el programa "Mira quién habla" de La Radio Redonda, Esteban Ávila le decía a Luis Miguel Baldeón que "no tienen sentido las escuelas de comunicación social", a lo que Baldeón secundó diciendo que había que dinamitarlas, quizás en broma y en serio a la vez, según las frases que lo caracterizan.
Hace dos años, mientras yo, ahora comunicador social, trabajaba en un preuniversitario como profesor de tiempo parcial de Razonamiento Verbal, tenía un compañero instructor de Razonamiento Numérico, a quién pregunté sobre qué estudiaba en la Escuela Politécnica Nacional, dado que la mayoría de profes de matemáticas de aquellos centros de capacitación suelen ser politécnicos. Me dijo que era graduado ya, que estudió Ingeniería Petrolera y que estaba postulando para la convocatoria "Quiero Ser Maestro" de aquel entonces. Cuando era niño, y mi madre vendió nuestra primera casa, la había adquirido un ingeniero petrolero: en ese entonces, y hasta hace unos años, era quizás de las profesiones más cotizadas y mejor pagadas, por lo que la situación de mi compañero se me hizo desconcertante. -¿Y no has pensado postular para trabajar en alguna plataforma petrolera en el extranjero?" -le pregunté. - Hasta para eso se necesitan palancas -me respondió. Palancas: el enemigo de los concursos de merecimientos y oposición, al que cientos de personas acuden cada vez que se presenta una convocatoria, especialmente en el sector público.
Alguien dirá quizás en este punto "deberías hablar con estadísticas". Según el último dato publicado en el portal del INEC, de marzo de 2018, el desempleo es del 4,4%, alto para la tecnocracia e irreal para el mundo de a pie. Reconocerse como desempleado es una especie de tabú: muchos llaman y llamamos empleo al subempleo o empleo precario. Pero es mucho más vergonzoso ser profesional y admitir que no se cuenta con un trabajo estable.
A finales del siglo pasado, el presidente encargado Fabián Alarcón y el Congreso Nacional de ese entonces, aprobaron la creación de varias universidades privadas que iniciaron como institutos tecnológicos, provocando quizás que la situación de muchas carreras ya saturadas sólo empeorara. El Gobierno de Rafael Correa, tan cuestionado por muchas cosas, implementó un sistema para direccionar a los bachilleres a las diferentes universidades y facultades, según sus aptitudes. El primer día de clases en la Facso, un profesor nos dijo "tengan la seguridad de que el 90% de ustedes terminarán conduciendo un auto amarillo", a lo que respondí bromeando ¿será un Ferrari como el de la película de los Transformers?. No terminé de taxista, pero sí ejerciendo otra labor, en algo relacionada con mis estudios, pero no ejerciendo la profesión en sí. Otros compañeros se decidieron mejor por otras actividades: hace unos meses me topé con un ex compañero del colegio y de la facultad que trabajó por un tiempo en Radio Quito, y que ahora trabaja como vendedor en provincias de material eléctrico, pues "le va mejor en eso".
Es evidente que nuestro país siempre ha estado en crisis, aún si el resto del mundo ha considerado no estarlo. Ni qué decir del discurso antineoliberal del materialismo dialéctico, que todavía pregona que hay que tomarse las fábricas, olvidando que no tendría sentido tomarse una fábrica sin insumos para fabricar nada o sin potenciales compradores de sus productos. El auge tecnológico también es innegable, como también el continuo empirismo que ha hecho daño a muchas profesiones, pues "ha sido más práctico hacer un posgrado, o algún taller" como insinuó el abogado Esteban Ávila, periodista deportivo y director de La Radio Redonda. ¿Qué hacer entonces, dejar las cosas como están? ¿Seguiremos diciendo a los próximos bachilleres que estudien lo que deseen y sigan sus sueños, como hice hace años, o decir a los chicos que analicen las posibles consecuencias de esas decisiones? pues, alguien deberá cubrir nuestras espaldas y pagar por nuestros sueños.

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