No recuerdo haber escuchado el nombre de Arturo Montesinos Malo en la radio o en la tele; fue realmente hasta hace poco que lo conocí, mientras hojeaba el libro Cincuentones, una antología de cuentos de autores de los años 50. "Una sombra protectora", fue así el primer texto de este autor cuencano (1913-2009), quien, como anécdota, aseguró en una entrevista para la revista académica Kipus que escribió su primera obra a la edad de 15 años.
El libro del que hablaré en este momento sin embargo, no ha sido protagonista de reseñas o textos, aunque sea modestos: El jilguero va volando, aparentemente publicado en 2001. Como tantos otros, inicié su lectura un día del año pasado, que no recuerdo bien; lo tomé al azar, leí unas cuantas páginas, y de inmediato lo perdí. Recordaba nada más que se trataba de una historia de amor, ambientada en la setentona y beata Cuenca, de esos amores que solo podían aprovechar la hora de la misa para verse. Tuvo que pasar mucho tiempo (en ese lapso leí los Cincuentones) y un golpe de suerte, para hallarlo en otro de los libreros de la casa, en el antiguo cuarto de mi hermano que ahora vive en Ibarra, y que ahora sirve de bodega de los juguetes de mis hijastras.
Mi sorpresa fue evidente cuando descubrí que El jilguero (no confundir con la obra de Donna Tartt) era del mismo autor de "Una sombra protectora" (originalmente publicado en Arcilla Indócil, 1959). Al menos ya tenía una mayor perspectiva de este autor, del que luego de buscar en internet, supe que vivió gran parte de su vida en los Estados Unidos, que gustaba de Shakespeare y del teatro, y que alguna vez intentó una trilogía de novelas inconclusa, que llegó hasta Segunda vida (1962) y El peso de la nube parda (1974).
Volviendo a El jilguero, debo decir que la primera característica que me agrada es su fácil lectura, pese al lenguaje formal que Montesinos emplea, y que me hace recomendarla a los chicos que se entrenan en Razonamiento Verbal. Una descripción sencilla y honesta de las relaciones sociales de Cuenca, el tercer mayor centro urbano del país, forjada sobre una tradición altamente conservadora que le ha dado su sello característico. Las peripecias del novato matrimonio entre Leandro y Herminia, la ridícula y leve venganza del padre de ella, el doctor Argudo, y la esperanza de libertad, conjugan una historia que, insisto, recomiendo sobre todo entre el público juvenil.
El jilguero va volando
Arturo Montesinos Malo
2001 (autoedición)
Campaña Nacional Eugenio Espejo por el Libro y la Lectura
2011
8/10
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