Durante la universidad, había una canción de moda que por un tiempo solía tararear todo el mundo: «el lobo, el lobo es malo y nos corrompe, rompe... ». El Lobo, de Sandra Araya en cambio, inicia con un fragmento del tema "Live to tell" de Madonna, uno de esos temas en inglés que las radios todavía rotan en cualquier hora, y que dice, traducido a nuestro idioma, «Si me alejo, nunca tendré la oportunidad de ir muy lejos, ¿Cómo escucharía el latido de mi corazón?». frase que de algún modo, parece resumir la premisa de este libro: la creencia de que no somos sólo nosotros, sino también los lugares que habitamos, y que cuando nos vamos de algún sitio, dejamos de ser eso que éramos, aunque en el camino, nos demos cuenta de que no necesariamente es así.
"El Lobo" parece representar ese algo que amamos pero a la vez tememos, como en el cuento de Caperucita Roja, o ese sentido de libertad y fortaleza, pero también de desarraigo como en El lobo estepario de Hermann Hesse. A esta narración principal se suman dos cuentos cortos, "Los efectos de la luz" y "Blanca era la piel de los conejos bajo el sol", que parecen contraponerse a la obscuridad dominante del relato principal del libro.
Quizás, lo que me desanima un tanto de este texto y le hace perder brillo (exceptuando ciertas partes donde el empleo de las anáforas ayuda a meterse en el personaje), es el minucioso pero plano lenguaje empleado por la autora, quién quizá en un intento de dotar de universalidad a la novela, termina por quitarle el dinamismo que este argumento tan introspectivo necesita, pero que en todo caso resulta más adecuado para los cuentos que a manera de epílogo concluyen el volumen. Si bien es cierto que escribimos para nosotros, en el momento de publicar hacemos un acuerdo con un lobo invisible, el lector, por quien esperamos a veces no tan pacientemente, y esperaremos en dónde quiere que estemos o a dónde vayamos.
El Lobo
Sandra Araya
Corporación Cultural Eugenio Espejo
2017
7.5/10
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