-Los ecuatorianos no leemos.
-Los ecuatorianos que leen (mucho o poco) prefieren autores universales.
-En nuestro sistema educativo la lectura es una obligación, no un incentivo.
-El precio de los libros es considerado poco accesible, comparado con el nivel de ingreso promedio de un ecuatoriano.
-Los jóvenes (principalmente) encuentran más atractivos los medios audiovisuales que los impresos, pese a que muchas obras ahora están disponibles en pdf o incluso como audiolibros.
-No existen suficientes bibliotecas o están mal dotadas.
-Existen pocos torneos o competencias literarias, varios de ellos poco transparentes.
-No existe una actividad editorial sustentable. Los sellos que se arriesgan en su mayoría cobran al autor por publicar su obra en lugar de negociar un acuerdo económico y publicitario para ambas partes.
-No existe una perspectiva profesional para los autores literarios: muchos de quienes publican lo hacen por autogestión, a través de subvenciones gubernamentales o solo como pasatiempo, mientras perciben ingresos de otras actividades.
-Las "Ferias del Libro" no promocionan nuevos autores o priorizan receptar nuevas obras. Son casi las mismas caras de siempre.
-No existe una crítica literaria honesta por parte de círculos culturales, académicos ni mediáticos.
Los medios de comunicación y redes sociales prefieren seguir priorizando escándalos, fútbol y farándula que hablar y debatir sobre libros.
-No existe un organismo que evalúe de manera cualitativa o cuantitativa los índices de lecturabilidad.
-Se insiste en un manejo culto pero cada vez más arcaico de la palabra escrita, que se niega a reconocer a la lengua como un instrumento sociocultural y dinámico en constante evolución.
-Parece primar una intención implícita de mantener al libro y a la actividad literaria como un objeto de élites.
-No existe un organismo que evalúe de manera cualitativa o cuantitativa los índices de lecturabilidad.
-Se insiste en un manejo culto pero cada vez más arcaico de la palabra escrita, que se niega a reconocer a la lengua como un instrumento sociocultural y dinámico en constante evolución.
-Parece primar una intención implícita de mantener al libro y a la actividad literaria como un objeto de élites.
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